El sonido de la desilusión al empezar la tarde, tiene sabor a despedida.
Aún así se resiste el corazón a pronunciar el adiós y aceptar la partida.
Con caricias que no saben a amor cierran los ojos y dan la espalda, y tú sentada mirando el final sientes el frío que te rodea y no dices nada, y no dices nada.
Empiezan a hablar, historias sin fin, recuerdos ajenos queriendo hacerte sonreír, y no los escuchas, no puedes hacerlo, y viene una lágrima y viene el recuerdo, y corres al baño y dices "Por Dios".
Se acercan partidas, ya convenidas, y encuentros pactados, inesperados; te vas con pañuelo, sientes desvelo, y subes a un taxi a continuar el día que aún no acaba, aún con esa despedida, y ves a un amigo, a un viejo conocido, ponen fin a un trato y das media vuelta, no sientes nada, puede estar lloviendo y estarías dormida por las calles que te envuelven y dan el b&n a la compañía que no sabe qué más hacer por convertir el dolor que te invade en sonrisas compungidas, al menos, es lo único que puedes ofrecer.
El lugar programado está cerrado, no hay mesas que se ofrezcan a escuchar a este par, cada una con historias que narradas vuelven leve las horas y el ambiente se separa entre viajes, conocidos, familiares, desconocidos, matrimonio, hijos, sueños rotos, despedidas, y demás.
Damos vuelta - ya parece ser mi única salida a todo, dar la vuelta – y nos dirigimos a mi café, al que me entiende, y atiende, al que puedo llegar sintiendo el cariño de personas con fotos antiguas, y lugar especial a mis vicios.
Allí nos dan la bienvenida, ya conocen lo que necesitamos, sólo hace falta esperar. Viene la tertulia, vienen las anécdotas, y las sonrisas dibujadas, y el afinamiento del oído para no perder los detalles que comparte la princesa, para no pensar, para no llorar.
Pasan las horas, te dedicas a escuchar como siempre, a opinar, al final, a poner la mano abierta a las preguntas que no vas a responder, a los "no" rotundos, y te comprende, y son finales conocidos, y al pedir la cuenta sólo piensas si vale la pena marcar su número y dar el paso al frente y ayudarlo a caminar.
Estás cansada, no sólo tu cuerpo, tu corazón está cansado de esperar. Sientes que no es justo, sientes que lo mejor será entregar tus dudas a la almohada, a carita con caricias que no volverán. Sientes muchas cosas, pero es más fuerte el aprecio, el cariño, la necesidad de decir "te quiero" y abrazarlo y mucho más.
Al llegar a casa todo es sombras, tus movimientos están grabados en las paredes de tu habitación, los espacios predestinados, los controles ubicados y la música a disposición.
Con la mente en esa tarde, cuando el sol se ocultó, llamas a su nombre, viene con sonrisas, llena de color tu espacio, y se olvida todo; le dices que lo quieres, recibes un te quiero, sientes el abrazo, te mueres de emoción, cierras los ojos, y no quieres despertar, es un sueño, dices, es un sueño; al fin y al cabo, la vida es sueño, qué más da, quién puede tener la razón?