martes, 6 de junio de 2023

Entre nos… nostalgia

 Me había perdido en el paraíso de tu mirada, en el laberinto de las risas que nos envuelven, nos retuercen y nos sueltan al aire para caer con un suspiro que dice “cuanto me gustas”, me había rendido ante los besos que dicen algo más y la razón nos sopla al oído que no es el momento y nos recuerda qué hay un tic tac que avanza paciente por esta historia de amor, y lo entiendo. Hasta que se acerca la nostalgia.

Hace mucho que no venía a verme, también la había olvidado, pero creo que suele asomarse cuando siente amor. La miré a los ojos y supo de inmediato cómo me sentía, me conoce hace tanto, entre nos, y me abrazó. También conocía ese abrazo de consuelo, pero me dijo algo que esta vez fue diferente, me recordó que en esta historia también necesito fe.

Me regaló una sonrisa y le sonreí, y se fue. Y en ese momento volví a ti, para volver a refugiarme en esa mirada que me completa, que me cuida, que me ama, y entonces sí, fui feliz hasta un nuevo día.

Como cuchillo en la mantequilla

Quizá sea el tiempo perfecto, ni antes ni después.

Quizá tuvimos que vivir todo lo que vivimos, quizá por eso nos amamos y valoramos tanto.

Quizá todo ello fue necesario.

Quizá debimos encontrarnos con estas cicatrices para demostrarnos lo héroes que fuimos para nosotros mismos, para demostrarnos que seguimos vivos con las mismas ganas de amar y ser amados.

Quizá somos el uno para el otro, quizá estemos en el sueño del otro, quizá estamos conectados al alma del otro, quizá todas las noches nos hacemos el amor, porque aún separados físicamente, somos complemento.

Yo solo estoy segura de algo, que estos quizás son hoy mi certeza, mi diccionario pierde sentido en las probabilidades de nuestras horas, y mis noches son enteramente tuyas, ya no mías, y así soy feliz.

Y solo pido que los mismos quizás se vuelvan tu certeza, las afirmaciones que nos roben una sonrisa y nos hagan volar, y volver, y soñar, y despertar, y reír, y llorar, y sobre todo amar, amarte, amarnos, y así, hasta el final de nuestros días, de los tuyos, los míos, los nuestros, juntos, y así…

Posibilidad

 Y si nos vamos tan solo caminando al norte, hacia el infinito, como el amor que pregonamos? 

Y si me acurruco en tu cuello y me acaricias la oreja y nos quedamos dormidos?

Y si me abrazas de improviso mientras andamos por la ciudad, y nos reímos como niños enamorados que por fin se encuentran luego de un verano separados?

Y si me das un beso en lugar de una flor? Y si me miras y en esa mirada me confiesas tu amor?

Y si soñamos despiertos que somos el uno para el otro, o para el otro, uno, o para los dos?

Y si tan solo me das tu mano y nos amamos en silencio, mirando el horizonte?

Y si roso con ternura los nudillos de tus dedos para disfrutar del proceso de estremecimiento que te provocan mis caricias?

Y si solo somos? Y si nos dejamos ser? Será así tan fácil ser feliz?

Y si unes tu boca a mi boca, y nos olvidamos del tiempo, mientras nos fundimos en un deseo descontrolado? Será así tan fácil ser feliz?

No será Roma esta noche

Era de noche, había esperado por mucho tiempo aquel día, sus manos imaginaban la textura de aquella pintura que siempre anheló, su sentido del olfato podía percibir aquel aroma imaginario que provocaría la imagen que añoraba en cada sueño y despertar. Su boca, sus labios, querían pronunciar su nombre, habían permanecido cerrados guardando el secreto de un suspiro, guardando el gesto tímido de una sonrisa pudorosa para cuando pudiera ver la obra de arte que tanto deseó. Sus ojos, durante todo ese tiempo guardaron su brillo, sus ojos de canica se mostraban apagados como queriendo ahorrar una ilusión de ver por fin cada color, y cada contraste que llegaría por fin esta noche.

Todo estaba preparado, caminó por largas horas, corrió sin percatarse del dolor que provocaba el esfuerzo, hizo cómplices a los más amados, para que todo fuera como lo había imaginado, leyó la reseña de la obra por última vez, miró la carátula del folleto, por última vez, se tragó el suspiro y restringió  su sonrisa, por última vez, porque en pocos minutos podría verla, podría ver aquella pintura con la que tanto soñó.

Mientras corría, contaba las luces de los faroles caprichosos en forma de copos de algodón. Uno, dos, diez, treinta, pasaban los minutos y su corazón empezó a correr con ella, su nariz empezó a correr con ella, sus manos empezaron a correr con ella, sus pies sintieron un ardor como nunca había sentido; sin querer, dejó de contar las farolas, el esfuerzo dejó escapar todos los suspiros que había guardado durante tanto tiempo, poco a poco, el camino se fue oscureciendo, sus ojos empezaron a brillar, pero no era el brillo que guardó, era su dolor, por acercarse a la verdad. Era la desilusión de abrirse paso a una realidad donde esa noche no vería esa pintura.

Había valido la pena? Se preguntaba.


Se descubrió de pie al final de un camino oscuro, las farolas en formas de copo de nieve hace mucho que se habían extinguido, su polo estaba empapado de impotencia, el aire impregnado del sinsabor de los gemidos de cansancio por el camino recorrido, sus manos escondieron su pena, la pena que se había permitido pasear por todo su rostro para apoderarse de él. 

Cayó de rodillas, respiró profundo, y luego de expulsar aquel sufrimiento del que no tenía recuerdo, se quedó en silencio. El tiempo pasó lento, la pintura que imaginó se alejaba de su mente, como algo inalcanzable, como algo que no era para ella, o al menos, no lo era esa noche.

Levantó el rostro, limpió su pena, respiró profundo por segunda vez, cogió el recuerdo de su anhelo, lo guardó en una cajita cerca del corazón. “Quizá no sea esta noche”, se dijo, pero quizá sea “alguna noche”. Quizá pronto, quizá lejos, pero abrigó la esperanza de poder ver la obra de arte que por tanto tiempo había esperado con tanta ilusión… y volvió.

Día 1

 Estás ahí?

Abrió los ojos y sintió que el aire volvía a entrar a su cuerpo después de haber aguantado la respiración por mucho tiempo.

Expulsó todo el aire y con él, la pena. Sintió el alivio de volver a sentirse viva, después de haber experimentado la opresión de su alma como un preámbulo a una muerte anunciada por un repentino “adiós”.

Corrió hacia la ventana y sintió el sol como una llamada de atención, es real, le decía, sigue vivo, no fue un sueño aquel donde fuiste feliz y creías que podrías serlo por el resto de tus días. Fue real. Y ella sonrió y le regaló unas olas de emoción.

Bajó de esa nube y pensó en él. Lo imaginó recorriendo con cariño sus pensamientos, se perdió en el recuerdo de su mirada pícara, en sus besos cómplices de películas nunca vistas, en sus manos aprendiendo de memoria sus formas, en su respiración cuando se acercaba, en los timbres que rozaban sus latidos, en sus versos enredados, en la incursión del amor a su cuerpo con ternura como una rendición a aquello que nunca se planeó pero que dominó su todo, sus días, sus lunas, su tiempo, su energía, su mente, su atención, porque sin quererlo se había rendido ante el hecho de descubrir que podía y debía ser feliz de una vez por todas.

No quiso recordar más, quiso que aquello volviera a escribirse en otra piedrita en la playa de sus recuerdos, y salió.

Encontró la caracola que quería ser grabada con el Día 1. La abrazó, se embriagó de su aroma y unió su ternura con la de ella, la guardó en el surco que tanto lo desconcentraba, tenía toda la costa para llenarla de caracolas nuevas dispuestas a ser grabadas hasta el día “n”, y se recostó en la arena, sintió nuevamente el sol, su amigo, su cómplice, su testigo de siempre; sonrió, cerró los ojos, y sintió el mar acariciar sus huellas, y nuevamente la escena le recordó que estaba viva, y que él era real…