domingo, 10 de octubre de 2010
viernes, 8 de octubre de 2010
Mirada perdida
Me he visto en el espejo y no puedo entender mi expresión, han pasado tantos años, se han marcado tantas arrugas en mi rostro que ya no sé si estoy contenta o si parezco infeliz.
Me senté a recordar los momentos que han marcado mi semblante, y vi las carcajadas que me robaba aquella persona maravillosa que participó en mi vida, me vi también tumbada en la cama llorando incansablemente abrazada a mi pequeño confidente, pensando en lo que estaba haciendo mal para que las cosas no resultaran en ese momento, escuchaba canciones que me hacían más infeliz, y me quedaba sola para intensificar esa sensación que a la vez me permitía escribir más, y mejor.
Hubieron momentos en mi vida que me volví fría, con la intensión de que nada ni nadie pueda afectarme, entendiendo luego que estaba cerrando mi corazón al amor.
Me vi en diferentes momentos, temblando, llorando, perdida, feliz, cantando, levantando la voz reclamando por lo que yo creía justo, y sobre todo, me vi despierta muchas noches, tratando de dormir, perdiendo la batalla por mucho tiempo, recurriendo a pequeñas dosis de adormecimiento.
He perdido tantas batallas contra la tristeza, parecía ser una persona sumamente triste, como lista para desmayarme en la arena, suavemente, con los ojos de canica llenos de lágrimas, cansada de batallar.
Luego de ello conocí el amor verdadero, sentirme feliz por primera vez, compartir un futuro junto a alguien que quiere hacerlo contigo, construyendo un nuevo castillo de arena en la playa de Pacasmayo, mi Pacas como solía decir.
En esa época, también vi amarguras, vi discusiones que nunca antes tenía, vi resquebrajarse una relación por el orgullo, o simplemente porque las personas no piensan igual, me vi abandonando mi pequeño confidente, con una impotencia fatal, eligiendo otro camino por nuestro bien, pero sufriendo por otro lado, como naturalmente se siente cuando se renuncia a algo que fue importante en nuestra vida.
Eran muchos contrastes, muchos picos en mis emociones, y tantos distintos que ahora a mis ochenta años no entiendo la expresión de mi rostro.
Algo sí no ha cambiado, ese brillo en mis ojos, ese brillo entre triste y nostálgico, ese estar listo para una emoción fuerte que me inspire a escribir, como hoy.
No sé si estoy sonriendo, no sé si estoy llorando, sólo sé que estoy viva, pero hoy,especialmente hoy, no sé para qué.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)