miércoles, 14 de marzo de 2012

Un grito escondido



Llevo dentro de mí un ser triste escondido,
camuflado detrás de carcajadas que compré en una baratija
con las cuales me hice de algunos amigos.
Sigo con este grito en las entrañas,
lo he guardado tanto tiempo, que hasta ni me acuerdo
desde cuánto está allí.
Tampoco sé si llegará el día en que me atreva
a dejarlo partir.
El ser triste, temeroso, me mira de soslayo,
como queriendo develar un secreto mucho tiempo guardado,
y yo temo invitarlo a seguir.
Normalmente las verdades duelen,
aunque sea el precio para ser libre,
no siempre estamos dispuestos a pagar.
Está bien, luego de unos minutos decido correr el riesgo,
pareciera oportuna la frase: “No tengo nada que perder”,
pero más real sería: “Aparentemente, no soy mucho que perder”.
Mi grito contenido se presta a escuchar,
cree haber encontrado la oportunidad
para salir airoso a mostrarse al mundo,
hasta que por fin…
mi lado triste me dice algo al oído:
“¿Por qué nunca me dejaste partir?”

Hasta ese momento, no había caído en cuenta,
que aquella persona triste había querido dejarme hace tiempo;
pero yo, en el fondo de mi ser,
le construí un aposento, invitándolo a quedarse
hasta una próxima etapa de mi vida.

Hay cierto placer en la tristeza,
para los que hemos sabido sufrir.
Hoy me doy cuenta que no he aprendido a despedirme
de la melancolía, y mi grito se quedó mudo con aquella revelación,
y nuevamente se ha escondido en mis entrañas.