jueves, 23 de marzo de 2023

La 28 que renueva


Con un lento andar pasé por la 28 de la calle de tus recuerdos, esta vez, las hojas caídas me llevaban a aquel adiós, con temor me acerqué al rincón de la oración que escribía nuestro adiós y sonrió al verme, como queriendo llevarme a aquella etapa del duelo.

En mi mente un remolino de emociones me alertaban a no dejarme llevar por esa sensación, mientras el paisaje, himnotizante, seguía recordándome la frase y volviendo atrás, cuando fui feliz caminando por la 28, la calle del hola y el adiós.

¿Cómo llegué aquí? ¿Será que el duelo es un remolino cíclico? No, qué va, lo que me atrajo fueron los espectadores de todos los adioses que despiden sus hojas como celebrando los saludos y despedidas, espectadores respetuosos que solo se dejan ser, y que sin decirlo, nos dan la bienvenida y también, nos invitan a no volver. Solo está permitido volver si eso te invita a soñar. Soñemos entonces.

Siento el viento limpiando las emociones del recuerdo, el olor de cambio de estación refresca los pensamientos, invitación otra vez a bosquejar nuevas historias de inauguración y desenlaces, de historias grabadas en el negativo de la pupila atenta para almacenar las imágenes en el banco de recuerdos de un otoño, de un nuevo otoño en la 28.

Si necesito un abrazo esperanzador, todos ellos están dispuestos, mis huellas, al tocarlos, sienten el paso de los años, me regalan imágenes de su pasado y revivo una y otra vez sus estaciones. Un abrazo, uno que renueva la promesa de un renacer, de él y de todos, y por qué no, uno mío, otra vez, una y otra vez, porque rendirse no es una opción.

Con la palma de mi mano me despido, y a cambio recibo las caricias en forma de hojas sueltas, voladoras, saltarinas de todos ellos. Me quieren, me extrañan, me aman. En esa calle solo siento amor. Y es que los que estamos llenos de amor lo sentimos en el aire. Esa calle, la 28, es una calle de amor. Me despido, aunque sé que volveré. Se despiden, aunque saben que volveré, una vez, una y otra vez, en cada renacer, porque aún sin decirlo, nos pertenecemos, y nos volvemos a ver cuando la batería de esperanza nos da una señal de alerta. Y entonces volverán a caer esas hojas, y volveré a decir "hola" y "adiós".


A Cali