martes, 29 de marzo de 2011

Retomando el sendero

Me estuve alimentando de buenos recuerdos, en ocasiones parecía acabarse la reserva y me quedaba vacía como queriendo elaborar uno en caso de emergencia, y no podía.
Han sido días difíciles, quizá semanas, pero llega el momento de la calma, aquel momento en que recuerdas por qué estás aquí, y a dónde quieres llegar. Ese momento en el que tu camino vuelve a verse, cuando la neblina se disipa, cuando una sonrisa en el rostro te anima a continuar por aquél sendero con mucha seguridad y optimismo, es cuando vuelve la calma, cuando empiezas a crear nuevas experiencias que te servirán de alimento en los tiempos difíciles.
Estoy nuevamente en el sendero, con el cielo despejado, con aves caprichosas cantando canciones desconocidas en un idioma tan suyo, y a la vez tan nuestro. Llevo de la mano una pequeña promesa plomita, con orejitas redondas y mirada tierna, con ojos de canica como la mamá. De la otra mano está aquel con quien comparto la vida, aquel que también pierde el camino como yo, y con quien batallo en los días de niebla con el objetivo mutuo de volver a ver el sol.
Estamos creando nuevos recuerdos, nuevas sonrisas para los días nublados, nuevos momentos que nos sirvan de guía para cuando perdamos la visión.
Llevo grabada tu mirada en la arena, tu sombra al lado mío, tu sonrisa traviesa, tu manita en la cabeza, y hasta tu mirada al parque cuando juegan los niños a ser grandes.
Estamos de regreso, y hoy salió el sol.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Camino a casa


El cielo tiene un color espectacular hoy, quisiera esta en Cajamarca, allá el cielo es mucho mejor.
Los cables, sin embargo, no me dejan ver por completo el cielo; irónicamente llegaré a casa y veré mi serie favorita gracias a ellos.
Compro pan en el camino, recuerdo haber hecho lo mismo casi todos los días cuando vivía en otra ciudad, llegando a casa con la mitad de lo que compraba.
Paso por el lugar donde nos asaltaron hace ya muchos meses, minutos antes se escuchó cerrar un portón, quizá si hubiéramos estado por allí ese momento nada hubiera sucedido. Apenas unos minutos te cambian la vida.
Llego a casa, la señora que nos arrenda el departamento no me reconoce:
- De dónde es usted? - me pregunta amáblemente.
- Ah?, cómo así? - por mi mente pasó que quizá quería saber dónde había nacido.
- De qué piso es? - me pregunta.
- Oh, del tercero, buenas noches, señora.
- Ah, señorita, es usted, no la había reconocido, como lleva el cabello recogido.
Qué curioso, el corto camino a casa está lleno de recuerdos y anécdotas, incluyendo el que la señora que me conoce hace más de un año no me reconozca a menos de medio metro.
Subo las gradas, entro a casa y saludo al angelito que está recostado en la cama, lo traigo conmigo a la sala y enciendo el televisor, no porque quiera ver algún programa, simplemente porque no me quiero sentir sola.
Me siento, abro la bolsa de pan, y pienso: ¿Podremos solucionar nuestras diferencias?
Horas después me logro responder: Hoy no pudimos.