Me estuve alimentando de buenos recuerdos, en ocasiones parecía acabarse la reserva y me quedaba vacía como queriendo elaborar uno en caso de emergencia, y no podía.
Han sido días difíciles, quizá semanas, pero llega el momento de la calma, aquel momento en que recuerdas por qué estás aquí, y a dónde quieres llegar. Ese momento en el que tu camino vuelve a verse, cuando la neblina se disipa, cuando una sonrisa en el rostro te anima a continuar por aquél sendero con mucha seguridad y optimismo, es cuando vuelve la calma, cuando empiezas a crear nuevas experiencias que te servirán de alimento en los tiempos difíciles.
Estoy nuevamente en el sendero, con el cielo despejado, con aves caprichosas cantando canciones desconocidas en un idioma tan suyo, y a la vez tan nuestro. Llevo de la mano una pequeña promesa plomita, con orejitas redondas y mirada tierna, con ojos de canica como la mamá. De la otra mano está aquel con quien comparto la vida, aquel que también pierde el camino como yo, y con quien batallo en los días de niebla con el objetivo mutuo de volver a ver el sol.
Estamos creando nuevos recuerdos, nuevas sonrisas para los días nublados, nuevos momentos que nos sirvan de guía para cuando perdamos la visión.
Llevo grabada tu mirada en la arena, tu sombra al lado mío, tu sonrisa traviesa, tu manita en la cabeza, y hasta tu mirada al parque cuando juegan los niños a ser grandes.
Estamos de regreso, y hoy salió el sol.