martes, 23 de agosto de 2011

De la mar, cautiva de sus promesas, vuelve

Cautiva de las promesas que una vez le hizo, bañada en la sal del mar que alguna vez la cobijó, regresa ella, triunfante, altiva, dejando gotas de sudor en la arena, sellando el camino que la trae de regreso y que no la verá jamás partir.

Él la espera con la mirada llena de júbilo, sus manos han ansiado este momento y se levanta dispuesto a caminar, siente una nueva brisa, su olor, su luz invadiendo nuevamente aquel espacio, aquel espacio construido para ellos antes de su partida.

Ella camina lentamente, su cabello se resiste al viento y de repente esboza una sonrisa, sus ojos se hacen más pequeños, él reconoce esos ojos de canica, reconoce su mirada triste, aún cuando sonríe, él la reconoce, sabe que la amó y que ese amor nunca dejó de ser tan fuerte como el día de su partida.

Su aliento se cruza, no hay palabras qué decir, las miradas del encuentro se vuelven eternas, las caricias enmarcan el momento volviéndolo inolvidable y de pronto cierran los ojos y se entregan en un abrazo que los deja sin aliento. Su pecho se resiste, se alejan para acercarse nuevamente ahora con un beso, él la toma del cabello, ella se entrega al nuevo inicio de aquella historia escrita en piedra, y con ese beso renuevan la promesa de estar juntos, hasta la mañana siguiente, hasta el fin de sus días, hasta en sus sueños con el viento y con el mar.

Sin recuerdos en el frío suelo

Siento un dolor punzante en la cabeza, pareciera alertarme de algo que está por suceder, he venido ignorando la advertencia y ha terminado ganando la batalla.
Pierdo el aliento, el aire me abandona y me siento desfallecer, la impotencia que siente mi cuerpo me envuelve en una atmósfera oscura, sin esperanza, y ya sin fuerza mi cuerpo se tiende en el frío suelo del abandono.
Poco a poco pierde el color la imagen que se dibuja frente a mí, el poco calor que llevo en el pecho se esfuma, como el amor que decían sentir, mis dedos se mueven apenas con fuerza, queriendo escribir sus últimas palabras, y sin un lienzo que se atreva a perpetuar un último deseo.
Vuelve a mí, calor de hoguera, vuelve a mí, sonrisa inquieta, mi silueta se ve perdida en el olvido de mentes sin recuerdo, y mis letras se han caído al lago de la ingratitud, me he quedado sin memoria, ya no sé quién soy, y nadie sabe si alguna vez yo existí.
He buscado respuestas en las nubes, como si aquellas supieran mi dolor, he terminado por dibujar momentos esbozados de alegría, para que la lluvia se deshiciera de ellos en pocos segundos. 
Me he perdido en el resentimiento, por ver que nada funcionaba bien, y las muestras de amor las he ido perdiendo, sin saber cómo y por qué.
Me he despedido del día, del sol y del viento, he venido a morir en la plaza sin gente, me he despegado de los recuerdos, he borrado mis memorias, y ahora por fin me siento ir.