viernes, 9 de diciembre de 2011

El horizonte enamorado



Princesa onírica, te has quedado varada en la orilla esperando una nueva ola. La arena te ha cegado y crees todos los días ver sol donde sólo las luces de los botes se burlan de ti al pasar.
Princesa ilusa que sigues creyendo en el amor, todos los días el agua borra tus poemas y destruye tu castillo, queriéndote dar una lección, pero hasta hoy no has aprendido.
Cuando caminas descalza las gaviotas lloran de pena, allí va, esperando un corazón roto que curar, un alma triste como ella para hacer el último hechizo que les recobre la vida, pero tantas huellas se han borrado como pasos lentos sigue dando aquélla de cabellos largos.
Triste princesa de ojos de canica, llevas el vestido desgarrado de desilusión, por dentro sigue aún latiendo un débil corazón, y aquellos recuerdos de sonrisas se pasean desde la orilla hasta tu malecón.
Quisiera abrazarte, pero mis piernas no pueden llegar a ti, no te has dado cuenta de un horizonte enamorado, un horizonte que no puede acercarse y se resigna a verte caminar dolida por no encontrar el amor.
Las gaviotas me cuentan tus secretos, princesa color canela, he llorado con tu llanto, sonreído con tu risa, y me he quedado dormido al ritmo de tus suspiros.
Mi princesa, mi ilusión, ni un solo día ha dejado de herirme tu desazón, quisiera tener un corazón como el que deseas para volver a verte reír, quisiera ahogar tu llanto con mi marea, y enseñarte a dormir con la media luna en tu rostro. Quisiera poder hacerte feliz; pero he llegado a resignarme, seguiré siendo el horizonte que te vea a lo lejos, que comparta tu vida con los cuentos de las gaviotas, que lave tus pies con unas leves olas, que te acaricie con la brisa del sol y alumbre tus noches con luna llena.
Mi princesa onírica, ni un solo día he dejado de compartir tu dolor, y aún mayor es al ver que nada puedo hacer para que compartas conmigo este infinito deseo de verte feliz.

He recordado tus cuentos


Extraño aquellas noches en que dormía al  compás de tus cuentos, el que se detenía con mis pequeños dedos al pasar las páginas de los libros era el ganador, el que se dejaría atrapar por tu voz, el que se apoderaría de mis sueños, el que recrearía dando la batalla hasta que mis ojitos, sin más poder, se rendirían a los pies de Morfeo.
Extraño aquellas noches en que acariciabas mi frente y me dabas un beso, en que era tu morenita, la doña "supongamos", la doña "y por qué". Extraño tu risa, tu mirada de soslayo símbolo de reclamo, tu tarareo acompasado por uno que otro bolero, tus caderas graciosas, y nuevamente tu risa, eterno resplandor de una vida feliz, con marcas profundas, pero feliz.
Me he sentido una niña, triste, sola, será por eso que evoqué aquellas imágenes de mis noches de ensueño con mi madre contándome un cuento, no importaba si era repetido, era su voz, era su calor junto a mí, su cobijo, su protección... era eso, su protección, la que ahora he añorado tanto.
Han pasado momentos tan duros, tan tristes, y en aquellos realmente dolorosos sabes aparecer, dar un abrazo fortalecedor e invitar a seguir adelante, me regalas una esperanza, un deseo renovado de continuar, una energía pura, un nuevo cuento donde el final feliz lo escribe uno mismo.
Hoy me he visto recostada en mi cama contigo al lado, me he dormido con tu voz de arrullo, y tu cobijo me lo ha regalado un peluche encantador.
Te amo.