martes, 31 de mayo de 2011

Alimentándome de tu sueño



Tu rostro reposa en la almohada, mis dedos te acarician suavemente para no interrumpir tu sueño y le doy gracias al insomnio por dejarme disfrutar más de ti.
Tu respiración tiene un ritmo suave, y mis manos caprichosas que se pasen por allí absorben el calor de tu ser, como para impregnarse de tu sueño, y quizá con ello poder soñar con un nuevo amanecer.

Los minutos corren mientras veo el largo de tus pestañas, esas persianas que me cosquillean cuando juntas tus ojos a los míos. Tu cabello negro descansa al fin de las carreras maratónicas que recorren mis dedos a la orden de un "pi".
El dorso de tu mano soporta tu mejilla, aquella que he besado tantas veces luego de un tierno abrazo por la espalda, obteniendo como premio el suspiro con que recibes mi amor.

Con la mirada que pasea por tu rostro mientras duermes, voy cerrando poco a poco los ojos, y veo cómo se ha quedado grabada en mi mente para por fin poder dormir.
Buenas noches, mi cielo, mi mar, mi playa y arena, mi presente y mi esperanza; nos vemos pronto en una nueva partida por la mañana, y un nuevo retorno al anochecer.

Un recuerdo de esperanza





La tristeza ha invadido mi mente esta noche, me presiona los sentimientos y me obliga a recordar. 
Salgo por unos minutos a desahogarme, me sacudo el dolor y los malos recuerdos, y aquel recuerdo de un final me hace la batalla. Suele suceder, cuando el final está cerca tiendes a recordar el inicio, el génesis de aquella historia y es así que, con la mirada hacia el horizonte, vienen a mí aquellas imágenes grabadas hace ya tanto tiempo.
Te veo tendido en la arena, tu mirada tierna se queda marcada en una película eterna, nuestras sombras se encaprichan en protagonizar esa tarde y permanecen en casa en un lugar especial.
Veo un hombre de papel recostado en unas latas de cerveza, testigo silencioso de un amor naciente, oyente inerte de unas canciones y una sutil invitación, fugaz personaje de aquella noche romántica, dulce, y llena de detalles, como el ángel en tus manos y en las mías luchando por no quedar en el pasado.
Estamos frente al mar, es de noche, me cantas unas canciones acompañado de tu guitarra, me enseña las estrellas y el muelle con las luces parpadeando en el infinito y el frío invitando un abrazo que no llega por pudor.
Las algas se enredan en mis pies, tomas unas fotos como queriendo robar algún detalle de esta persona que apenas conoces, y lo logras. Camino por un lugar desconocido y no tengo miedo, estás cerca de mí y ya nada se torna oscuro, el camino está a salvo cuando estás aquí.
Te escribo una historia, dos, tres, al leerlas te sorprende cómo puede una persona amar de esa manera; me pierdo en el tiempo cuando te escribo y sólo dejo de mis dedos te cuenten la historia que dicta el corazón.
Y luego de unos meses un "te amo", unas copas en nuestras manos brindado por un amor sincero, un beso sin final, un inicio, una nueva historia de los dos, un corte de cabello, un desayuno, unas notas de amor al llegar a casa, unas fotos que aún permanecen en la mesa, un abrazo cada noche, un "te extraño", un "vuelve pronto", y hoy... aquí ganando la batalla y haciendo un pacto con Morfeo, me viene a la mente con mucha fe un... "volvamos a empezar".
TA Cali.

jueves, 5 de mayo de 2011

Hoy brindo por ti



Te recuerdo, pequeña.
Bajabas las escaleras de madera de la casa, te sentabas a la mesa y yo frente a ti tocando la guitarra, podía hacer que lloviera, si quisieras, podía hacer todo por ti.
Te abrazaba lentamente, y me dabas la frente por temor a que te robara un beso, yo tiernamente apoyaba mis labios en tu mejilla, cuánto hubiera querido que me amaras, como yo a ti. 
Quizá me amaste, pero nunca lo aceptaste, quizá fue el miedo a perder todo lo que teníamos, pero qué más da, el tiempo ya ha pasado y con él nuestras vidas tomaron distintos rumbos, y ahora parece ayer cuando te cantaba al oído aquella canción.
Eras mi inspiración permanente, la musa de los poemas que escribí en aquel cuaderno verde, el que te regalé cuando te declaré mi amor.
Te fuiste entre emocionada y triste, y luego de unos días me diste un adiós. Quise devolver la despedida, y le encargué a mi guitarra despedirse por mí, y la tonta sin poder contener el llanto, terminó cantándote "Cuando llora mi guitarra".
Las noche que siguieron a tu adiós las pasé mirando por la ventana, alguna vez nos recostamos en mi cama tan sólo a reposar, eras tan bella, y seguro lo sigues siendo, yo en aquel momento te adoraba, y ahora me veo aquí, recostado en la misma cama, pensando en ti y en aquellos días que pasamos juntos.
Hoy brindo por ti, ojitos de canica, por los recuerdos que me regalaste, por las canciones que me permitiste cantarte en el parque cerca de casa, por los poemas que me inspiraste a escribir, por todo, por tu risa, por tu cabello, por esa virtud de hacer que todos te quieran, y porque tu adiós nos haya permitido llevar una vida mejor.
Te envío un beso en la frente, pequeña, un beso como el de aquella tarde en que hice llorar al cielo tan solo por complacerte.