miércoles, 30 de noviembre de 2011

Desvanecer



Pareciera que los mensajes aparecen cuando uno más los necesita. Mensajes de esperanza, de amor, de perdón, todos ellos tratando de entrar en tu corazón y la razón que los bloquea como si fueran un virus que causará dolor.

He vuelto a sentir el cansancio que provoca la desesperanza, el agotamiento físico y emocional, la grieta que forma el agua gota a gota en la piedra, no encontrando el sabor a la vida, viendo todo de gris, sin saber cómo se puede sonreír, perdiendo la memoria de los momentos felices.

He sentido la necesidad de un salvador, otra vez, como aquella criatura en la que alguna vez me convertí, sin fuerzas, débil nuevamente, con apenas fuerza para caminar, pero sin pensar, y mecánicamente llegar a un hogar vacío, sin nombre, apenas un espacio donde ubicar el cuerpo para sentirse más infeliz.

Los recuerdos se van, poco a poco la memoria te juega una mala pasada, apenas sabes el camino que debes seguir para llegar a tu destino, pero en el trayecto estás muerta, estás penando como un alma moribunda, no ves nada, nada existe a tu alrededor, y tú tampoco existes para los demás.

¿Dónde quedaron las sonrisas?
Tienes vagamente el recuerdo de haber sido feliz días atrás, pero el presente se impone, las lágrimas vertidas y la indiferencia te regresan al estado levitante en donde te has perdido, y vuelves a cobijarte en la melancolía.

Has sido fuerte, has soportado durante mucho tiempo aquello que ahora tanto te duele, pero esa fuerza apenas la recuerdas, la has perdido. Quieres una esperanza, y te la han dado, ahora estás esperando recuperar la confianza, esperas ver un cambio que te recuerde que eres importante para él, y eso, mientras que no lo ves, te duele. Desde aquel lugar se han prendido las luces, entre abrieron la puerta, te escucharon pero no tienes la certeza de que pueden sentir lo mismo que tú.

Estás a la espera, pero el cuerpo poco a poco deja de responder, no sabes hasta cuándo puedas aguantar, quizá llegues a un punto sin retorno en que no habrá salida, sabes lo que sucederá si pierdes la confianza… y sin embargo, nada puedes hacer, más que esperar.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Dulce melancolía

Pensé que te habías ido, y estabas a la vuelta de la esquina.

Ayer me recordabas aquellos días en que estuviste acompañándome en ese camino tortuoso e ilusorio, en que había creído encontrar el amor; quería estar sola, castigándome por haber creído en un cielo celeste, en nubes dulces de algodón, y tú allí, invadiendo mi mundo de reproches, llenando los espacios vacíos con nostalgia, o nostalgía como diría Les Luthiers.

Quería liberarme de las lágrimas, dejar los recuerdos de dolor, enseñarle a mi rostro una mueca similar a una sonrisa, pero seguías allí, recostada cómodamente, contándome un cuento de hadas que no termina en final feliz. Te regocijabas con el dolor de mi alma, porque ello te permitía seguir conmigo, y yo débil para exigirte una partida, fue aprendiendo a vivir contigo, en la misma cama, bajo el mismo techo, en el mismo mundo creado para una gaviota nostálgica.

Pasaron los años, y pudimos despedirnos, con el dolor de las dos; ahora había llegado a pensar que no te volvería a ver, y sin embargo, has venido nuevamente.
Pensé que te habías ido, dulce melancolía, pero siempre estuviste al voltear la esquina.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Buenos días




El canto de las avecillas cerca de la ventana me invitan a abrir los ojos a un nuevo día. Al voltear y verte a mi lado recordé aquellos días tan lejanos que me quedaba acariciando tu cabello aprovechando el insomnio. 


Vi, en mi imaginación, un futuro en que aquellos cabellos eran plateados, en que tu rostro se acurrucaba a mi pecho, y alternábamos el cobijo, como quien quiere tener el lugar del engreído en el pecho del otro. Sonreí. El imaginarme un futuro a tu lado me forma una sonrisa ilusoria, una de niña contenta porque se acerca la navidad, porque sabe que vendrá, porque tiene la certeza.


Tu piel ya no es la misma, llevas grabados en el rostro los años vividos juntos, y las marcas de felicidad han dejado unas huellas curvas en tus mejillas. Las risas se han quedado grabadas en nuestra piel, y al abrir los ojos se pueden ver aquellos recuerdos en nuestras pupilas.


Empiezo a llenarte de besos, y entre molestia y resignación te despiertas, nuestro amor es desbordante, tanto como el canto de los pajaritos por la ventana, tanto como la luz del sol que insiste en meterse en aquel cuarto lleno de amor.