Un atardecer en Huanchaco
Contigo aprendí, de la mano por el malecón una tarde
abrigada por el suspiro de los dos, aprendí una nueva emoción. Vimos en el
horizonte un eclipse enamorado, una mirada de soslayo a nuestro andar, un calor
a media luz, una tarde por caer, una noche por nacer, un viento alrededor que
me invitaba a cubrirte de mi amor en un abrazo tímido antes de que desaparezca
en el horizonte un fiel espectador.
Contigo aprendí a ver nacer en el corazón esa emoción con el
brillo de tus ojos en aquel atardecer, con lo suave de tu piel, con el dulce
ritmo de tu idioma apasionado, con el tímido movimiento de tus cabellos al
compás de tu risa, de tu baile desenfadado, de las volteretas con que me sentía
invitado a volver a nacer a tu lado, guardando para mí, para ti, para siempre
el calor de un eclipse expectante del secreto mejor guardado… lo que estoy
sintiendo por ti.
Contigo aprendí, que mi andar es un andar acompasado, cuando
tengo tu presencia de testigo, cuando mis poemas tienen tu nombre en sus
estrofas, cuando mi silencio es roto por tu risa, cuando tu mano se sostiene
por la mía y se llenan los espacios con miradas, con escenas retratadas,
compartidas, con el atardecer, con el aroma embriagador del mar, con el sonido
de las olas en la orilla, tímidas, vacilantes, siempre fieles que regresan
dejando apenas huella para nosotros dos.
Contigo aprendí que no hay distancia que no una el
pensamiento, que no se gastan los recuerdos que vivimos y mantienen el calor de
aquella tarde de un brindis, de un deseo y de un salud!
Contigo soy feliz, soy la otra mitad de aquel eclipse
enamorado, soy el horizonte expectante de los dos, soy la orilla, soy el mar,
soy la tarde… contigo todo es nuevo, todo es vida… contigo todo se resume a los
dos.
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