viernes, 8 de septiembre de 2017
Impaciencia
Hay alguien más dentro de mí, alguien que desde hace unos meses me da los buenos días y me recuerda el valor del tiempo. En ocasiones lo sueño, lo siento, lo miro, me acurruco a su lado, y envuelta en un abrazo imaginario me vuelvo a dormir. Me gusta la paciencia de quien me acompaña, me gustan los gritos de alegría al saludar a quien me llena de esperanza, disfruto del tiempo aunque me cueste saber que faltan meses para conocer el fruto de nuestro amor, pero así soy... impaciente, sabiendo que con los años no lo soy tanto, aún me embarga.
He grabado no solo en la memoria los saludos de un ángel creciente, me pregunto, cómo provoca tanta emoción lo no conocido; ¿tendrá que ver con la fe? ¿tendrá que ver con un ciclo esperado por los espectadores del lienzo de tu vida? Sea como fuere, las sonrisas vienen a mí de personas inesperadas desde que mi cuerpo empezó a cambiar, de manera casi inexplicable. Entonces comprendo, es lo que provoca la esperanza en una nueva vida, la ternura de todo aquel que inicia el camino que nosotros hace mucho tiempo iniciamos... y provoca lo mismo en mí y en aquel que lo hizo posible. Lo siento así cada vez que escucho su voz encarnando un cuento, lo siento así con cada caricia, sonrisa y juego, lo siento así cuando le habla y me enternece sentir el apego entre los dos. Lucho nuevamente con el deseo de conocerlo, de encerrarnos los tres en un abrazo, en un sueño imperturbable donde las pesadillas y los sustos no existan, donde el amor invada el ambiente, nuestro hogar, y llene el espacio e impregne las almas cercanas de paz, esperanza y fe, aún cuando no conoces el origen, aún cuando no has visto el milagro de una nueva vida nacer.
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