lunes, 17 de diciembre de 2018
Duerme, mi pollito
Camino a un horizonte dorado te llevaba en mis brazos;
sentía el palpitar de tu pequeño corazón acompasado con el mío, cantando una canción de cuna que mece, que arrulla;
con un brazo te sostenía en mi andar y con el otro, suavemente, acariciaba tu manita suelta libremente, con confianza, con amor.
Miraba a lo lejos el mar, un mar con olor a Huanchaco, un atardecer con olor a recuerdos tan lejanos, a vinos blancos, libretas y poemas por doquier;
tú caías lentamente en un sueño bonito, de angelitos, de bautizo, de blanco, pureza, bendiciones y señales de la cruz.
A la señal, mirábamos tu rostro para, segundos después, ser retratados en un lienzo imborrable, nuestra mente, nuestro inconsciente, nuestro tulipán del jardin añorado, nuestro regalo de Dios.
Y tú, con los párpados cansados, luego del néctar blanquecino que arrulla, caías lentamente en mi hombro, cantando en mi imaginación: "mamá".
Duerme mi ángel de ensueño, los que te amamos estamos aquí, velamos tu andar, tu soñar, tu vivir, mientras aún no levantes vuelo, mientras seas el niño de nuestros ojos, mientras corras a los brazos de nuestro amor.
Duerme, mi pequeño pollito; mientras viva estos brazos esperarán abiertos un abrazo tuyo, un beso en la mejilla, una mirada dulce, y corresponderán ese amor con la fe en que serás bendito en la vida que te toque vivir.
Buenas noches, mi angelito. Mi motita de algodón.
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