viernes, 24 de junio de 2011
Qué hago aquí, si ya no estás
Las yemas de mis dedos forman surcos por mi cabeza,
como queriendo separa aquellos recuerdos color gris;
me levanto después de tanto, y con la misma bata de muchos días
me dirijo a la cocina a preparar un café amargo,
como mis tantos otros días,
cómo yo.
Mi mirada se pierde en la ventana,
la misma gente, las palomas acercándose alborotadas
y yo auyentándolas como queriendo alejar la vida
como queriendo creer que no hay más
que estoy muerto
y desear que mueran también.
Mi café se enfría,
se congela posado en la mesa recordándome que el corazón
también vive en un témpano de hielo
y que no late más.
Y nuestra fotografía resalta frente de mí,
pienso... alguna vez fuiste mía
cuando creía amarte y tú a mí
y saber ahora que nunca amé
que no sabía
y que finalmente te perdí.
¿Qué hago aquí, sino morir día a día?
¿Qué hago aquí si perdí todo?
Si ya no hablo
porque no hay con quién hablar,
si ya no sueño
porque no hay por qué soñar,
si ya no vivo,
porque no hay por quién vivir.
¿Qué hago aquí, sino entender que jamás supe amar?
Y que éste es el castigo,
que sin amor, yo ya no vivo,
y sin ti ya, para qué amar.
miércoles, 22 de junio de 2011
Tu recuerdo me visita
He recortado los pensamientos que me envuelven en la trayectoria diaria que hago formando nuestro futuro, y las he querido pegar en un pedazo de papel.
Tengo tu aroma arropado al cuello de mi chompa, se prende al estampar ese primer beso que me regalas en la puerta de casa; se pasea por mi cuello hasta posarse en mis labios, y en un leve susurro me cuentan ese secreto infinitamente confesado, ese te amo... ese con el que nos acostamos y nos entregamos al abrazo perpetuo que invita al sueño... a ese eres mía que me domina y termina por convencerme una vez más que soy feliz.
Un amor tan bonito que se pasea al rededor, que se apodera de nuestros pies y juega a que nos atrapa, hasta caer en lo real del ser amado, en lo real de poder reír infinitamente, en real de ser tú y yo, en un mundo perfecto para los dos.
Sigo viendo pasar las calles, cierro los ojos para verte mejor, rozo lentamente mi nariz por tu mejilla sellando la caricia con un beso, con ese "Mamos ya" que te reclama para mí, con esa queja a la que nos hemos acostumbrado previa al cumplimiento de todos nuestros caprichos.
Rodeo con mis brazos tu cuello, paseo las yemas de mis dedos por el rincón de tus pensamientos, y en cada recorrido voy dejando uno a uno nuestros recuerdos para que te asalten en mi ausencia, beso uno a uno los retratos que hemos compartido este año juntos, y enmarco los hitos que la madurez nos ha permitido vivir.
La velocidad aumenta, siento en el pecho una emoción semejante a la que me asalta cuando estás lejos, es la emoción de ver una vida perfecta y temer perderla, pensar en lo increíble que puede ser haber encontrado a la persona ideal, y convencerse de lo real que resulta ser.
Me compongo, porque la vida nos ha dado esta oportunidad, entonces sonrío, una vez más, y a la distancia te abrazo, te pego a mi pecho, y le doy los buenos días a la vida, a una vida infinitamente contigo.
martes, 21 de junio de 2011
La última despedida
Mi cuerpo ha permanecido en la cama con la triste esperanza de que volvieras. Un espejo al costado me dice que me he quedado solo con mis lágrimas y mis lamentos, finalmente sin ti.
Mi garganta está seca, me he quedado pensando; a mi mente vuelve un vago recuerdo de aquella primera despedida.
Tus brazos sobre mi pecho me reclaman, tus ojos llorosos me dicen una vez más que me olvidé de ti, y yo allí, inmóvil, pensando en alguna excusa que te devolviera la confianza y me permitiera seguir contigo con una nueva oportunidad para demostrar que en verdad te amo.
Tocan a la puerta, no sé cuánto tiempo llevo tendido aquí, no quiero abrir. Los recuerdos me llevan nuevamente de viaje al pasado, te veo bailando en la playa, tus pies van formando nuestros nombres en la arena con la dulce intención de querer inmortalizarnos en un corazón. Te veo y sonrío, soy feliz. El sol se apoya suavemente en tus hombros, cuando estás cerca te apreso en mis brazos y suavemente poso mis labios en tus ojos, y siento que te envuelvo de ternura; éste soy yo, no quiero que me olvides.
Vuelven a tocar la puerta, quizá piensen que estoy muerto, y en verdad lo estoy, he perdido la guerra, no fui valiente, dejé ocupar tu lugar por intereses ajenos a nosotros y ahora estoy aquí sintiendo cómo mis sueños a tu lado se derrumban por no haber defendido tu trono en mi conciencia.
Otra despedida, tu mirada ya no está triste, quizá el tiempo te ha vuelto más fría y estar juntos ya no es una prioridad. Estoy frente de ti, rogando que no menciones aquella frase que termina en adiós, pero la escucho y nuevamente mi mente maquina una nueva escusa, esta vez más creíble que la anterior. No quiero perderte, no quiero perderme en la vida sin ti, dame una nueva oportunidad.
Tocan más fuerte, mis recuerdos se ven interrumpidos por un ser impertinente que no me deja sufrir en paz. Abro la puerta, puede ver que sigo allí y le pido que se retire.
Puedo sentir tu perfume, lo respiro muy hondo con la intensión de atrapar en mí algún resto de tu presencia, no quisiera exhalar por temor a perderte en el ambiente triste que me rodea, renunciando a ello luego de unos segundos, cayendo de rodillas por la impotencia de no poder inventar una excusa más.
Mis manos están apoyadas en el piso de cerámica, es frío, como el momento que se va quedando grabado en mi mente ahora.
Estás sentada en la cama, sólo has venido a despedirte, no quieres oír nada más, estás cansada, y estás más calmada que todas las despedidas precedentes, esta es la última despedida para ti, y lo sabes.
Pienso que hay una nueva salida, pero ya tomaste la decisión, mi mundo se derrumba, no puedo entender lo que está pasando, no lo vi venir de esta manera, y al ver que caminas hacia la puerta recién entiendo que es verdad, que te estoy perdiendo, que no hay marcha atrás y que esta vez te irás para siempre.
Ya no siento mis manos, es momento de aceptarlo, en qué momento se confundió mi amor? o es que acaso te perdí desde aquella primera despedida?
viernes, 10 de junio de 2011
"Para que veas que soy el hombre perfecto"
24 agosto 2009
Amanecía, yo quería seguir escondida del día arropada en la cama. Te pedí que prepararas el desayuno, y me respondiste que lo harías con todo gusto, para que vea que eras el hombre perfecto.
Claro, vivía con el hombre perfecto, el hombre que amanece presto a recibir mis besos, a veces jugando a molestarse porque no lo dejo dormir más, para que luego cuando esté despierto lo deje solo y yo vaya a bañarme y se quede arrequintando el haber despertado. Claro, vivía con el hombre que se preocupaba por mí todo el tiempo, con el que me regalaba caricias sin tener un porqué, tan solo porque era natural hacerlo, el hombre que buscaba complacerme, que gustaba de ello, el hombre que me acompañaba siempre que podía, incluso a viajar, el hombre que me cantaba canciones, que me escribía notitas de amor, que cocinaba conmigo, que caminaba tomándome de la mano y que me robaba un beso sin que yo me diera cuenta.
Claro, vivía con el hombre perfecto, porque de un tiempo acá había decidido no discutir nunca más conmigo y hasta me daba lecciones de tolerancia, el que podía solucionar todo con una conversación, a veces con solo unas miradas o unas caricias que decían … “porque te quiero”, el que se acurrucaba en mi pecho y se quedaba dormido, el que me daba un beso en la frente cuando llegaba del trabajo,sea la hora que sea, el que hacía gelatina porque hace bien, el que preparaba unos pancitos con mermelada para desayunar, el que recomienda tomar un tecito después de comer, el que saluda siempre a mamá, el que ríe con mi risa, el que se prende de la tv cuando pasan los resúmenes deportivos, el que nunca quiere despertar hasta que no lo llene de besos, sobre todo en los ojos hasta que ya no pueda aguantarme más, claro, vivo con el hombre perfecto… para mí.
También hay más hombres perfectos para otras mujeres, quizá haya un hombre perfecto para cada una, algunas tenemos suerte en encontrarlo, otras creemos haberlo encontrado y no es más que haber renunciado a conocerlo algún día y aferrarnos a una ilusión.
Quizá el hombre es perfecto mientras todo está bien, y luego cuando hay problemas se deja de pensar en ello, lo cierto es que con el tiempo uno llega a conocer más a la persona con la que vive, y todo lo que van conociendo mutuamente puede ser querido o tolerado, si esto es una de las dos cosas, entonces es muy probable que funcione.
La perfección suena muy bien, suena bien como para un cuento, quizá no exista, pero aquí eso no importa. Estos cuentos son de emociones, y esta vez… me he dado cuenta que vivo con el hombre perfecto. Quizá sea hasta un capricho, querer que lo sea, imaginar que lo es, y que lo sea al fin y al cabo, total, todo está en la mente.
Claro, cielo, claro, yo sé que vivo con el hombre perfecto.
Remembranzas de un error
Amaneció y la luz lastimó mis ojos. Me sentía muy débil como para levantarme a cerrar la ventana, pero lo intenté; después de un rato logré ubicar mis pies desnudos sobre el piso atiborrado de pastillas de todos los colores, de todos los tamaños, sentí desfallecer y caí como una pluma sobre ellas. Recordé aquellos días felices al lado de mis hijos, sus sonrisas oscilaban en mi mente como una luciérnaga; sus caricias ahora eran como puñaladas en mi conciencia jamás imaginé el dolor que les provocaba con lo que hacía.
Él se los llevó, cómo aceptar a una madre como yo; el amor no es sólo amar a los demás, sino amarse uno mismo y eso lo arruinó todo, no me amaba, ese fue el fin.
Seguían los recuerdo pasando como película en mi memoria, cada uno lograba que la tristeza me matara lentamente y humedeciera mi rostro en forma de gotitas saldas. Todo empezó a nublarse, veía el doble de pastillas, el doble de jeringas, de ligas, de toda esa basura que me arrebató lo mejor que tenía, lo que traje al mundo y también con quien compartí la mayor parte de mis alegrías y tristezas.
Busqué una razón, volaban muchas en aquella habitación, pero ninguna valía la pena, quería culpar a alguien, justificar mi error antes de irme para siempre y después de tanto tratar no tuve más remedio que admitir mi culpa, sólo yo era la responsable de todo lo perdido y de la nada que había ganado.
Vislumbré los momentos de éxtasis que para mí eran una maravilla y me sentí morir, deseaba nunca haber existido y no haber dañado a tanta gente.
Seguía allí, tirada como un estropajo sucio sobre basura en aquella habitación, sabía que pronto acabaría y me arrepentía con todo mi ser no haber hecho nada por cambiar, no pensé en nadie, mucho menos en mí, no me amé y cómo podría haber amado a los demás. En ese momento sentí que lo poco que valía iba desapareciendo como el humo de mi cigarrillo en la atmósfera de aquellos años. Hasta ahora tenía los ojos abiertos y son tener más fuerzas para mantenerlos así iba perdiendo las imágenes, mis párpados caían muy pesadamente, estaba en posición fetal, aquel cuadro era desgarrador. Algo me decía que ya era demasiado tarde, mi parte material ya no aguantaría el paso de otro día más; en ese momento sólo deseaba decirle que los amo y se los dije una y otra vez, hasta que me fui para siempre.
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