viernes, 24 de junio de 2011

Qué hago aquí, si ya no estás



Las yemas de mis dedos forman surcos por mi cabeza, 
como queriendo separa aquellos recuerdos color gris;
me levanto después de tanto, y con la misma bata de muchos días
me dirijo a la cocina a preparar un café amargo,
como mis tantos otros días,
cómo yo.


Mi mirada se pierde en la ventana,
la misma gente, las palomas acercándose alborotadas
y yo auyentándolas como queriendo alejar la vida
como queriendo creer que no hay más
que estoy muerto
y desear que mueran también.


Mi café se enfría,
se congela posado en la mesa recordándome que el corazón
también vive en un témpano de hielo
y que no late más.


Y nuestra fotografía resalta frente de mí,
pienso... alguna vez fuiste mía
cuando creía amarte y tú a mí
y saber ahora que nunca amé
que no sabía
y que finalmente te perdí.


¿Qué hago aquí, sino morir día a día?
¿Qué hago aquí si perdí todo?
Si ya no hablo
porque no hay con quién hablar,
si ya no sueño
porque no hay por qué soñar,
si ya no vivo,
porque no hay por quién vivir.


¿Qué hago aquí, sino entender que jamás supe amar?
Y que éste es el castigo,
que sin amor, yo ya no vivo,
y sin ti ya, para qué amar.

No hay comentarios: