- Te regalo una
palabra.
- Yo preferiría que me regalaras un día, en que esa
palabra signifique todo para ti.
Un ventarrón me ha samaqueado el alma, se ha llevado uno que
otro recuerdo siempre presente en mis cenas solitarias, me ha dejado un
escalofrío, uno con sabor a nostalgia, y me he cubierto con la manta del miedo,
pequeña verde sobreviviente a mis desdichas.
Cómo admiro tu tenaz… tu tenaz ambición, tu fuerza de crecer
contra corriente, tu valor de respirar altiva siempre, aún cuando no haya paz,
aún cuando no haya risa, aún cuando no tengas un hogar. Tu resiliencia me
apuñala, cuánto quisiera tener un poco de la fuerza con que creces día a día.
Regálame un segundo de tu coraje, regálame un minuto de tu entereza, regálame
una hora de tu presencia, de tu osadía, de la alegría con que miras el mundo,
aún cuando no tienes con qué mirar.
Una tormenta ha empapado mi nostalgia, te he descubierto con
la cara al cielo recibiendo ese regalo de Dios. Me he quedado pensando en lo
pequeño de tu ser y en la grandeza de tu existencia; he querido aprender de ti,
alimentarme de ti, vivir de ti como un parásito que no logra tan sólo ser sin
otro además. Invítame un trago de tu optimismo a ver si convierto mis cenas
melancólicas en un banquete de sonrisas. Señálame el camino de la vida a ver si
logro verlo y transitarlo uno de estos días. Demuéstrame el éxito que tiene tu
osadía, a ver si algo de valor puedo recoger de tu sombra un día de sol. A ver
si una noche cambio una lágrima por una sonrisa.
Te veo airosa en medio del desierto, al principio no lo
comprendo; me he recostado al lado de ti, a morir de sed, a morir de pena; pero
tú, fiel ser viviente lleno de coraje te mantienes altiva, fresca, más viva que
nunca, más verde que nunca, con la entereza de bandera flameante, resiliente
aventurera que no sabe otra cosa que salir airosa en la vida, aún en la
incertidumbre.
Regálame un minuto de tu coraje, a ver si un día me atrevo a
ser feliz.