Cómo pudimos estar cubiertos de una manta
gris por tanto tiempo, desde hace unos minutos puedo ver nuevamente el cielo,
es de un celeste claro, como tus ojos, con párpados color nieve, color frío
como el día en que me dijiste adiós.
Veo las montañas, me veo a mí mismo parado mirando el horizonte, buscándote,
extrañándote, dibujándote en la quietud del mar como queriendo guardar en aquel
instante un pedacito de ti.
Me estremezco, el cielo entiende mi tormento y se alborota, me cubre con un
manto de algodón bruscamente como queriendo que despierte, que despierte del
sueño en que creo que me amas... y muero.
Me he calmado, estoy sobre un colchón de ilusiones imaginarias, de mentiras de
esas que uno se forma para continuar viviendo, estoy sobre una nube de algodón
como aquel entonces, y entonces entiendo, no te quiero, es un sueño, es un
deseo permanente de amar que tengo, es un anhelo de entregarme por completo,
soy yo, esta vez soy yo y doy la vuelta, le doy la espalda a la idea de decir
adiós a lo que no tuvo nunca un inicio, y viene a mí esa sonrisa cómplice que
si me dice adiós a mí, good bye my lover, good bye my friend, debo despedirme
de mí mismo, del lado siempre enamorado, de la lágrima, del salud por una
ausencia, del insomnio, de la pena, de la carta, del beso y buenas noches,
del tequila, de tu voz.
Good bye, my lover; cierro los ojos para no ver más, a ver si dejas de existir
en mi memoria "como tú" para quedarte tan solo grabada "como una ilusión".
Good bye my friend; tu recuerdo en el mar se ha disipado y yo aquí recostado
sobre un manto de nieve vuelvo a sonreír.
No te amaba, hoy lo supe; no te amaba, era yo.
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