- Esa taza me
suena.
- Tú me la
regalaste.
- Ves? Te dije
que me sonaba.
Musa de mis
cantares, suave arrollo que mese mis sueños, que me levanta, que me adormece,
que me inspira y me delata, que me guarda y me tiene, qué dicha verte aquí,
musa del alma, café de profundo aroma que me domina, muñeca de mis poemas, flor
perpetua de mi jardín.
Qué bonita
sonrisa esa con que me despiertas, las caricias con que me regresas de un sueño
reparador, qué bonita mujer, qué bonita esta vida, qué bonita la mañana está
para cantar, para un café embriagador… como tu amor.
Qué placer
despertar con esa dulce sonrisa, con el cálido abrazo y caricias compartidas;
mira qué bonita, qué bonita es esta vida, que el atardecer suspira y mis labios
se intimidan por lo grande de este amor.
Ay, qué
bonita mi mañana y qué bien calienta el sol, para dar un caminito, de la mano
pegaditos, con tu cabello al viento y mis pasos todos lentos para que no corra
el tiempo y se queden nuestras huellas en la orilla de los dos.
Vida, quién
soy yo para tenerte; que los días duren siempre, que las noches se hagan días,
que las nubes escondidas se rindan ante el sol. Vida, que feliz me hace
quererte, y si no es tanta molestia, brindo hoy a tu salud y aunque beber no es
virtud, brinda tú con un café, como muestra de los dos, de los nombres que una
vez se juntaron para una historia que dio vida a este atardecer.
Suave voz
que me encandila, musa de mis cantares, qué bonita es esta vida y qué dulce
este café.
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