lunes, 14 de octubre de 2013

En la pileta de San Blas


Quedan apenas unos minutos para despedirnos del lugar cómplice de las previas. Pido la cuenta y bajo del banco, me duelen las piernas, he caminado tanto y empinado que este pisco peruano por más que sea mejor, no me ha quitado el dolor. Hey, pasas mirando de soslayo a ver si alguna turista te resulta atractiva. Aquí voy yo. Salgo del bar y en la entrada saco un cigarrillo, no me invitas a encenderlo, entiendo entonces que no eres un caballero, conforme estás para una noche que no deje recuerdos, para una noche que sólo me deje una sensación. Enciendo mi cigarrillo, aquí en San Blas el tabaco sabe igual, te miro de repente y entiendes, sí, esta noche te quiero a vos. Te acercas y confirmas el mismo deseo, te parece que caminemos? Iniciamos una conversación sobre el uno, sobre el otro, yo te imaginaba a la vez sobre mí, y a mí sobre vos. Vinieron las risas, nos sentamos en una banca frente a la pileta nocturna de este pueblo de turistas auto exiliados, el sonido del agua cayendo a nuestras espaldas era el fondo musical a nuestras historias, de pronto vi tus ojos, me había distraído con tu boca, las luces tenues de la pileta se unieron al compás del agua que caía, tal como caía yo, tal como me perdía yo, tal como me rendía yo. Nuestros deseos se confundieron, esto no era lo que había planeado, not now, not today.
Mi sonrisa se transformó en una mueca de miedo, de pena, una mueca de "no puedo", "no quiero",  "not this time, not again", y al parecer entendiste, y maldijimos San Blas, su pileta y el bar, porque nos engañó, porque lejos de placer nos dejó una noche de recuerdos, una noche de miradas, una noche de a dos, una de esas que se escribe, una de esas que no muere, que se queda grabada no sólo en esta plaza sino también en estos dos.
Va cayendo el agua de la pileta mientras tanto, tú y yo pensando, si esto queda en una historia de San Blas o si la llevamos en el avión... y aún ahora, a punto de aterrizar no tomamos esa decisión.

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