Suena fuerte esa canción que adora desde
que la escuchó, odia la letra, pero aún así la canta. Enciende un cigarrillo,
bebe un sorbo de la cola que sacó del refrigerador, una de esas de colección
que poco a poco llena su cocina. Le ha provocado llorar, recuerda tener algunos
tragos en el bar y mientras voltea, aquella letra la motiva, "y en busca
de un lugar para llorar..." se pone de pie, coge el ron rubio que el día
anterior la ayudó a bailar, prepara una cuba libre, porque nunca aprendió a
beberlo solo, al contrario de ella, que se consume sola noche tras noche.
Repite la canción, ha programado una
nueva noche para sufrir, bebe un sorbo de la cuba libre lentamente, sus labios
se enfrían al contacto con el vaso de ron, al beber un sorbo una gota del trago
resbala por sus labios, se combina con una lágrima que la hace defender su
posición, "no estoy llorando, es una gota de la cuba que se derrama, que
me invade, que se mezcla en este poema para matar la letra de esta canción. No
estoy llorando, es el frío de la bebida que hace sudar el vaso y moja mis
manos, no estoy llorando, es el temblor por el frío que entreabre mis labios y
deja caer una gota de este alcohol. No estoy llorando, no estoy viva, no esta
noche, esta noche no pude detener la canción".
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