Ubinas, Misti, Etna, Karakatoa, todos llegan a mi mente,
nevados, con una bufanda blanca, un deshielo de hace siglos, un vestigio y una
llamarada que se fue pero volverá, como en la canción, porque todos vuelven,
vuelve la lava, vuelve el humo blanco, habemus papa, habemos y permanecemos. Te
lo dije, seguimos y seguiremos y hasta regresaremos porque, insisto, todos
vuelven y nosotros aquí, frente a un volcán de chocolate, frente a un dulce
deseo, a una tentación de a dos, de esas de locura en un restaurante de locos,
como su nombre, como nuestro encuentro. No debimos. No deberíamos ni
beberíamos, pero lo hicimos y lo haremos, porque siempre volvemos, siempre es
como el nunca que no se debe decir pero que pasa. Hoy, como ayer, estamos,
permanecemos, quedamos y vueltos al mismo lugar, vueltos y envueltos entre
sábanas, en la sabana bajo el volcán, en un desierto y un dessert de chocolate,
un postre para los dos, para este reencuentro en el que la cuchara rompe, cava,
deja que el líquido marrón se derrame, al igual que mi lágrima que cae sin fin,
sin retorno, sin ti. La cuchara coge, recoge, deja que el líquido marón la
inunde, al igual que mis pensamientos que emergen, que regresan a ti. La
cuchara avanza, se desplaza, surca el espacio hacia su destino final, al igual
que lo he hecho hacia ti. La cuchara ingresa, se introduce en mi para dejarme
el sabor final, el recuerdo de ti, de un beso de chocolate, de un kiss con
mensaje, de un retorno, un círculo vicioso, un vicio circular, una fragancia
amarga, bitter, erupción total, destrucción masiva, idas y venidas de cucharas,
gotas de lava cayendo, manchando, untándome el cuerpo, marcando el alma,
aletargando el deseo, perdurando el encuentro de las seis.
FM
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